Las culpas y responsabilidades: Termoeléctrica Castilla en Atacama

Escrito por Sara Arenas Marin

Chile, luego de su ingreso a la OCDE (con diversos cuestionamientos), debería estar en el mejor momento para que concretar el cumplimiento de efectivas políticas públicas medioambientales, a partir de un trabajo mancomunado entre autoridades, expertos, ciudadanía, entidades públicas y privadas. El país debería hacer el esfuerzo por cumplir planes y programas en pos de un futuro sustentable para ésta generación y las venideras. Pero culturalmente, pareciera que en todos los niveles sociales aún prevalecen creencias sobre el medio natural como un recurso ilimitado y puesto por designio divino al servicio de la humanidad, pensamiento atrasado que es necesario revertir tanto en las prácticas sociales como en los discursos.

Era la primavera del 2008 cuando la ciudad se incendiaba al amanecer producto de un dantesco siniestro que volvía cenizas gran parte del céntrico Copiapó, a solo cuadras del lugar se fraguaba otro incendio, cuyas repercusiones hoy se están sintiendo. “Entre gallos y media noche”, como se dijo, se celebró un concejo municipal “extraordinario” (por el lugar y la hora en que se realizó) que permitió que las autoridades de la época  transformarán el plano regulador de la ciudad, específicamente del sector Punta Cachos, cuyos suelos eran zona de protección ecológica (extensión costera de unas dos mil hectáreas, ubicada en el sector de Bahía Salado), pasando a ser un territorio de calidad industrial y portuaria.

La modificación, sin son ni son en su momento, obedecía a intereses privados, quienes habían presentado la solicitud con el fin de favorecer la construcción de una mega planta termoeléctrica en base a carbón. Ya en esos años el representante de la iniciativa  afirmaba que “se trataba de un complejo que partirá con una primera unidad a entrar en funciones el año 2012, a la que se sumarían otras cinco, dependiendo de la demanda energética nacional” (Diario Atacama, 2008). Afirmando que hubo participación de la gente, el edil destacaba que este trámite era la culminación de una modificación territorial ya aprobada  por la Comisión Regional del Medio Ambiente (Corema). Dicho sea de paso, esta Corema era la misma que tiempo después sería seriamente cuestionada por tener relaciones “impropias” con la principal minera privada de Atacama, en el contexto de la actual crisis hídrica del valle de Copiapó, al punto que el director regional de Conama presentó una vergonzosa renuncia.

El problema ambiental de Atacama se arrastra por décadas. No está demás recordar el desastre histórico de la Bahía Chañaral y la contaminación puerto de Huasco por otra termoeléctrica. Pero para ser más específica, hace recién un año, el informe Geo Copiapó (ONU) dio a conocer que esta ciudad enfrentaría aun múltiples problemas ambientales, asociados especialmente a la expansión urbana, a las actividades económicas, a la producción de residuos y al abastecimiento de agua. El documento describe que las personas conviven con diversas dificultades específicas, como relaves mineros abandonados que permanecen en las inmediaciones expuestos a la acción directa del viento, escasez de áreas verdes, micro basurales, riesgo de inundaciones fluviales, aluviones o desprendimientos de roca producto de eventos sísmicos, escasez hídrica en los sectores agrícolas, mineros y poblacional, etc. Según el sentir de la gente y el saber de expertos, el proyecto de la termoeléctrica Castilla vendría a sumarse como un elemento más de los tantos perjudiciales para la comuna.

Ante lo expuesto me surgen dos preguntas, en primer lugar, ¿cómo es posible que una zona de protección ecológica de la noche a la mañana pase a ser una zona industrial?, es increíble que decisiones de expertos medioambientales se transformen, por lo intereses de “algunos”, en todo lo contrario. De ahí que comparto aquellas perspectivas socioconstruccionistas que afirman que “el lenguaje crea realidad”, pues como ahora es una zona  industrial, “supuestamente” no hay nada de que preocuparse. Pero esto es solo un EUFEMISMO, la realidad es otra, el ecosistema está, las caletas de pescadores están, la zona que debía protegerse y no contaminarse está ahí.

Me parece nuevamente lamentable el actuar de los políticos, pues estando en situaciones estratégicas de poder, sólo después de dos años vienen a hacer un mea culpa algo trasnochado. Aunque efectivamente algunos dieron argumentos que podrían haber sido convincentes, votaron un tema del que la comunidad no estaba informada (el tener el proyecto expuesto en el municipio no es informar a la comunidad) y “ha pasado bastante agua bajo el puente” y su actuar sigue siendo el de un elefante enfermo.

Por otro lado, es cuestionable que aquellos que aprobaron dicha decisión hoy en día se desmarquen de sus responsabilidades, estando en contra, porque están en el “bando contrario y tienen que ser oposición”, y más lamentable es aun que la máxima autoridad comunal de la época según una reciente entrevista del Diario Atacama, dijera que "no me interesa hablar del tema". Por favor, si era la persona  que estuvo interesada por más de ocho años por los problemas de la comuna.

El problema es el mismo y responde a la convicción de que la forma de crecer como país tiene una sola vía, una “única acción posible”, esto es “abrir las puertas a la inversión extranjera". Llevamos décadas de historia con la misma estrategia, algo post colonialista, que parece hasta samaritano, “dar sin recibir a cambio”. Sin embargo, al final de cuentas esto es bastante auto condenatorio para los recursos no renovables. Aunque hoy en día se  proponen novedades al respecto, como el royalty chileno, según mi parecer todo sigue siendo un saludo a la bandera. Pero, ¿porqué no hacemos algo distinto?, ¿por miedo a que el inversionista se vaya, dejando un lastre mayor?, ¿pero cómo esos mismos inversionistas (transnacionales) no se van de otros países donde pagan más en todos los sentidos?, lo que en Chile sucede es que  la creación de riqueza para ciertos grupos es desmesurada en relación a las ganancias en otros países más desarrollados.

Ahora pensemos en el problema energético de nuestro país, que es real, pero porqué llegar a soluciones baratas para el inversor (termoeléctricas=negocio) y que no son sustentables medioambientalmente, además de usar carbón de baja calidad o pet coke, que es un producto altamente contaminante. Pero tal como lo exponen las autoridades, parece una condena que debemos asumir para tener energía en nuestras casas. ¿Pero qué pasa con la energía solar, eólica, biomasa, etc.? Atacama es una región que permite la producción de este tipo de alternativas, claro que es más caro, pero la inversión se recupera con el tiempo y de todas maneras tendrán ganancias. Nuevamente hay que preguntarse ¿cuáles son los intereses frente a ciertas prácticas y decisiones políticas?, y es más, ¿porqué Chile no asume decididamente aquellas políticas ambientales  de países desarrollados?, ¿acaso no es a lo que aspiramos?


Biografía:

Sara Arenas Marín, titulada en psicología de la Universidad de la Serena. Becaria electa IFP 2008. Se ha destacado como líder en la sociedad civil representando a organizaciones sociales y ONGS desde 1993 hasta la fecha. Actualmente trabaja como psicologa investigadora de la consultora Etyca Ltda. y es becaria de la Fundación Ford en la Universidad Autónoma de Barcelona. Ha desarrollado investigación en temas de estereotipos e identidad social urbana.