Siguiente paso: ¿ocupar Texas?

(Les comparto un artículo por George Black publicado el 12 de Octubre en la revista OnEarth)

El estado de la estrella solitaria es un ejemplo de excepcionalismo en EE. UU. –lamentablemente es por propagar el cambio climático.

La atracción magnética del movimiento Ocupemos Wall Street es irresistible, así que fui a experimentarla yo mismo este fin de semana. Lo primero que me llamó la atención es ver como los temas ambientales se han hecho presentes desde que las demostraciones comenzaran hace tres semanas. La gente está encajando las varias piezas que son parte de la crisis que enfrentamos.

Cerca de la estación de metro de la calle Cortland, dos jóvenes regalaban copias del segundo ejemplar de la revista Occupied Wall Street Journal. Ahí en la foto de la portada estaba una pancarta de Friends of the Earth (Amigos de la Tierra). Fue entonces cuando empecé a contar las pancartas. Me gustó sobremanera una que decía “The Earth is Not Your Ashtray” (“La tierra no es tu cenicero”). Pero la que vi con más frecuencia fue “Ban Hydrofracking” (“No a la fractura hidráulica)” (mezcladas con unas más vulgares que decían “F*** Fracking” (“a la m…con la fractura”). La otra demanda prominente pedía un futuro libre centrales nucleares y bajo en emisiones de carbono. Un grupo de reformistas vestían trajes blancos de radiación con un diseño en la espalda que demandaba el cierre de la planta nuclear en Indian Point, situada sobre el río Hudson a unas 40 millas de donde estábamos parados.

La segunda cosa que me llamó la atención es que, con la excepción de los trajes de radiación, la mayoría de la gente en la Plaza Zuccotti (anteriormente conocida como la Plaza de la Libertad) vestía camisetas, camisas ligeras de manga corta o playeras. Pero claro, estaba la temperatura en casi 85°F, una temperatura irregular en Nueva York en la segunda semana de Octubre.

Al ver cómo han crecido y evolucionado estas protestas me pregunto, ¿cuánto tiempo durarán? ¿Qué es lo que las disolverá? ¿Será un aviso de desalojo de los propietarios privados, respaldada con acción policial? ¿Será la perdida de impulso y motivación (poco probable)? ¿Saneamiento inadecuado? ¿O será un desplome de la temperatura? Me pregunté también qué clase de invierno tendremos  Seguirá el clima anormalmente cálido o tendremos una continuación de los últimos dos inviernos, los más gélidos de los últimos 25 años? (Esta es la razón por la cual prefiero el término “trastorno climático” a “calentamiento global,” en beneficio de aquellos que aún encuentran incongruente que un calentamiento del planeta nos deje tiritando en ciertas épocas del año.)

En la Unión Europea (donde tuvieron un peor inverno que nosotros el año pasado) la semana pasada se publicó el informe anual de las emisiones GEI de sus 27 países miembros. Las emisiones subieron un 2.4 por ciento en 2010, el mayor aumento anual en 20 años. Se esperaba un aumento debido a la pérdida de actividad económica por la recesión en 2009 que se recuperó en 2010. Pero el motivo fundamental tuvo que ver con las bajas temperaturas del invierno que provocaron un mayor uso de calefacción en los hogares, tiendas y oficinas. Entre más inclemente el frio, más aumentaron las emisiones, lo que ocasionó un aumento de emisiones en los países nórdicos y bálticos más afectados como Finlandia y Estonia de hasta un 20 por ciento. El único consuelo es que las cifras hubiesen sido peores sin el crecimiento constante en Europa de la generación de energía renovable y una reducida dependencia en carbón a favor del gas natural.

La verdadera sorpresa se produjo en un sondeo de opinión pública realizado en junio en la UE, de nuevo con todos los 27 países participando. Lo primordial: aun cuando se espera una recaída en la recesión, los europeos consideran el cambio climático un problema más grave que la crisis económica, lo que no encaja con el convencionalismo que dice que a la gente ha dejado de importarle el tema del calentamiento global debido a que la grave situación económica ha desechado cualquier otra inquietud.

La opinión general en los Estados Unidos es que Texas es nuestra Estonia, excepto que el problema que enfrenta no solo se limita a inviernos con frios extremos sino también veranos demasiado cálidos (repite: trastorno climático). Los extremos climáticos resultan en una exacerbación de carbono, apoyado por la expansión urbana donde habitualmente se usa aire acondicionado y calefacción. Paint Creek, el pueblo que habita el gobernador Rick Perry en Texas tuvo 84 días con temperaturas por encima de los 100°F (37.8°C) este verano. Pero el record, lo tiene Brownwood, al sur de Abilene, a donde se enfrentaron increíblemente 109 días con temperaturas de 100°F.

Con ese calor el aire acondicionado es una necesidad. Por ello, era previsible que tanto uso resultaría en una presión no común a la red de transmisión cuya electricidad es suministrada en un 75% por el operador más grande del estado, ERCOT. A principios de agosto, ERCOT declaró una emergencia eléctrica cuando la demanda por el servicio alcanzo la inaudita cifra de 68.000 megavatios. En términos relativos, para suministrar esta cantidad de megavatios se necesitaría la producción de 100 centrales eléctricas de tamaño promedio.

Pero aún falta lo maquiavélico. Es en Texas donde están instaladas la mayor cantidad de centrales a carbón en el país (y muchas de las que más contaminan); ahí se produce la cantidad más grande de gases de efecto invernadero; y es donde el estado decidió desafiar las nuevas normas de la EPA para controlar el CO2 de las centrales eléctricas. 

¿Cuáles son los argumentos por los que el estado (y ERCOT) se oponen a estas normas federales? Una reducción en la producción de energía de carbón, la cual Texas necesita para enfrentar las condiciones meteorológicas extremas que en turno son provocadas, al menos en parte, por las emisiones de GEI que notoriamente provienen de centrales de energía a carbón. Oímos de casos de realimentación inducida por el clima en el mundo físico: de como el derretimiento del hielo Ártico, por ejemplo, reduce el poder reflexivo de la superficie de la tierra, lo que conduce a una mayor absorción de calor en lo más profundo del océano, lo que en turno acelera el derretimiento. Texas es un ejemplo dramático de realimentación humana producida también por el trastorno climático.

Si una ola de frío espanta a los manifestantes de la Plaza Zuccotti, de seguro será motivo de celebración para nuestros líderes en Washington, D.C., especialmente para aquellos que les gusta ignorar la realidad del calentamiento global y construir iglús en el patio del Capitolio para bparent_urlarse de la ciencia. Son los mismos que incesantemente hablan del excepcionalismo estadounidense. No tienen nada de qué preocuparse: son excepcionales, es decir están excepcionalmente fuera de compás con el resto del mundo y con los manifestantes que ocupan Wall Street, que cada instante relacionan los temas con más lucidez.

Lee el artículo de OnEarth en inglés aquí.