Comiendo con remordimiento: la ganaderia y el calentamiento global

Cuando uno se levanta a anunciar sus convicciones a los cuatro vientos con el fin de incitar una revolución de responsabilidad, educación y cambio en el comportamiento de otros, se tiene la obligación de que tales doctrinas no solo sean basadas en una verdad sino que tiene que ser una representación de su portavoz.  En otras palabras: diciendo y haciendo.

Y esto me lleva a mi paradoja como ambientalista y consumidora.  Quisiera ser la chica más verde del planeta para personificar mis ideales, pero a pesar de tal ambición, tengo que admitir que en muchos casos no puedo y en otros no tengo la fuerza de voluntad de hacerlo. 

Un perfecto ejemplo es mi completa dependencia alimenticia a los productos de animales.  Soy muy conciente que aunque no puedo reducir mi emisión de gases de invernadero comprándome un carro hibrido (ya que no tengo los fondos) ni tampoco puedo transportarme en bicicleta al trabajo (por que vivo a 25 mi/ 40Km de distancia), si podría eliminar los productos de animales de mi dieta y la de mi familia.  La justificación para hacerlo es contundente, ya que los gases de invernadero por la ganadería (cría de estos animales) y especialmente los que se escapan directamente de su sistema digestivo gracias a su flatulencia, eructos, y excremento, son mucho peor para el calentamiento global que la contaminación de dióxido de carbono por el sector del transporte.

Según el reporte del Departamento de Agricultura y Protección al Consumidor de la ONU en el 2006 sobre la relación de la ganadería y el calentamiento global, se encontró que esta es responsable de producir un 65% del oxido de nitrógeno y un 37% de metano del total de estos gases que las actividades humanas arrojan a la atmósfera.  Esto es alarmante, ya que el potencial de calentamiento global (PCG) del oxido de nitrógeno es 296 veces mas alto que el del dióxido de carbono.  El PCG del metano es 23 veces más alto.  Y a pesar de que algunas granjas en países industrializados ya están reciclando el estiércol para atrapar estos gases y usarlos para producir electricidad, el problema mundialmente es colosal.  En los países tercermundistas, los cuales tienen el crecimiento de población mas rápida, se esta viendo un aumento acelerado de su consumo de productos de animales.

En conclusión, mis hábitos alimenticios y los de mi familia contaminan más que si manejáramos un SUV.  Y aun así, con todo este enorme peso de conciencia, no me puedo imaginar la vida sin los protagonistas principales de mi dieta-la carne, los lácteos y los huevos.  Es muy difícil desprogramarse y cambiar de un día para otro lo que se lleva haciendo para el sustento de proteínas desde la infancia.  Pero por lo menos he tomado algunos pasos de redención.   Por ahora me consuelo con reservar mi consumo de carnes rojas (res y cerdo) a ocasiones especiales.  Como mas pescado y procuro comprar pollo, lácteos y huevos orgánicos.  De esa forma también protejo a mi familia de consumir hormonas sintéticas, antibióticos y pesticidas. 

Toda revolución, empieza poquito a poquito. Y como dijo Ghandi:  "una onza de practica vale mas que una tonelada de sermones."