La energía limpia es clave para la seguridad nacional de la Unión Europea y Estados Unidos

Este es un momento de liderazgo para el Congreso y la Casa Blanca.

Paneles solares en el Campus Flatirons del Laboratorio Nacional de Energías Renovables en Arvada, Colorado.

Credit: Werner Slocum/NREL, 65308

La Unión Europea (UE) se aprieta el cinturón para presionar al Kremlin y sus brutales ataques a Ucrania con el objetivo de prohibir las importaciones de petróleo ruso antes de finales de año.

Es una medida audaz y sustantiva.

Rusia es un petroestado que financia alrededor del 40 por ciento de su presupuesto federal con la venta de petróleo y gas. Los países de la UE obtienen una cuarta parte de su petróleo de Rusia. Ellos han pagado más de 25 mil millones de dólares por petróleo ruso sólo desde que comenzó la invasión de Ucrania.

Cortar ese flujo de ingresos es la decisión correcta, moral y estratégicamente. Reducirá el apoyo financiero de la UE a las atrocidades de Rusia y dificultará que Moscú financie una agresión militar que amenaza la seguridad de Europa.

A finales de este mes, la UE pondrá en marcha planes para eliminar progresivamente el gas y el carbón ruso, al romper completamente los lazos con las fuentes de energía rusas en los próximos años. 

Los Estados Unidos debe ayudar.

Inmediatamente, eso significa ayudar a los países de la UE a encontrar alternativas de emergencia a los suministros energéticos rusos, para reducir las dificultades que el cambio impone a las familias y empresas de toda Europa. 

A largo plazo, los países de la UE  están comprometidos a reducir la demanda de combustibles fósiles procedentes de Rusia y otros países. Esto es fundamental para el compromiso de la UE de reducir para 2030 la contaminación por carbono y otras emisiones de gases de efecto invernadero en al menos un 55 por ciento respecto a los niveles de 1990.

Estados Unidos debe hacer lo mismo, tanto para ayudar a nuestros aliados europeos como para fortalecer nuestro propio país.

Es hora de acabar, de una vez por todas, con la dependencia estadounidense de los combustibles fósiles que han provocado la crisis climática, y mantienen a nuestras familias y empresas rehenes de las crisis mundiales de precios que escapan a nuestro control y llenan las arcas del Kremlin.

Acabar con todo eso es un imperativo estratégico. Es una necesidad ambiental. Además de ser una oportunidad económica—en verdad, la jugada económica de nuestra vida.

Para el presidente Biden y el Congreso, este es un momento de liderazgo, el momento de tomar la iniciativa y cumplir con la acción climática que casi 7 de cada 10 estadounidenses esperan, que fortalecerá la economía, hará que el país sea más seguro y ayudará a quebrar la maquinaria de guerra del Kremlin.

La mejor manera de avanzar hacia esos objetivos es promulgar el paquete de inversiones en energías limpias que está pendiente en el Congreso, y promulgarlo ahora.

Biden actuó con rapidez para prohibir las importaciones estadounidenses de petróleo ruso en las primeras semanas de la guerra en Ucrania. Más de dos meses de atrocidades rusas allí han dejado claro que debemos ir más allá y liberarnos de la tiranía de la dependencia de los combustibles fósiles. Simplemente no podemos seguir apoyando un régimen petrolero mundial que financia a petro estados beligerantes como Rusia.

La dependencia del petróleo de Estados Unidos ha entrado a menudo en conflicto con los valores estadounidenses, los objetivos de seguridad y el interés nacional más amplio en la estabilidad mundial, basada en la adhesión a las normas, leyes e instituciones internacionales. Ha sido durante mucho tiempo el gran albatros alrededor del cuello de los responsables de la política exterior estadounidense.

La petroagresión rusa lo ha dejado claro: ese tipo de dependencia ya no es defendible, de ninguna manera, desde una perspectiva estratégica. Reduce nuestras opciones, limita nuestra eficacia y debilita al país, a sus amigos y a sus aliados.

Tampoco podemos permitirnos seguir dependiendo de un combustible que azota sistemáticamente la economía con crisis mundiales de precios y suministro que no podemos controlar ni predecir.

La eliminación progresiva de los combustibles fósiles es también una necesidad ambiental. Basta con preguntar a uno de cada tres estadounidenses que en marzo declararon a Gallup que sus vidas ya se ven alteradas por huracanes, olas de calor, inundaciones y otros desastres agravados por la crisis climática.

En 2021, las lluvias excesivas del huracán Ida provocaron inundaciones sin precedentes en Filadelfia, así como en otras regiones de la costa este.

Credit: Branden Eastwood/AFP via Getty Images

El año pasado, los incendios forestales quemaron suficiente terreno en EE. UU. como para cubrir el estado de Massachusetts, sólo una parte de los desastres meteorológicos y climáticos extremos que se cobraron 724 vidas y costaron al país casi 150 mil millones de dólares sólo en 2021. Eso se suma a los asombrosos 820 mil millones de dólares en costos de salud impuestos al país cada año por el cambio climático y la producción de combustibles fósiles.

La temporada de incendios forestales de 2022 acaba de empezar con fuerza, solamente, en Nuevo México ha quemado suficiente tierra para cubrir un área casi del tamaño de la ciudad de Nueva York, y los incendios ya han carbonizado más del doble de tierra que el año pasado en la misma temporada.

El oeste de Estados Unidos atraviesa la peor sequía de los últimos 1.200 años. El lago Mead, el mayor embalse del país, se ha reducido al 30 por ciento de su capacidad, el nivel más bajo desde que se llenó en 1937. Y, con la escasez del río Colorado que amenaza el suministro de agua para casi 40 millones de personas, se prevé que la sequía se amplíe. 

Todo esto, y más, empeorará, como deja claro la ciencia, a menos que hagamos lo que Biden ha prometido y reduzcamos las emisiones de efecto invernadero entre un 50 y un 52 por ciento, en relación con los niveles de 2005, para 2030.

Podemos hacerlo al cambiar a formas más limpias e inteligentes de alimentar nuestro futuro, un cambio que puede crear cientos de miles de puestos de trabajo en estados como Arizona, Michigan y Virginia Occidental, al tiempo que ayuda a posicionar a los trabajadores y las empresas estadounidenses para el éxito en el mercado de la energía limpia, que está previsto que atraiga unos 30 billones de dólares en inversión mundial sólo en las próximas dos décadas.

Una vez promulgado, el paquete de energía limpia y clima pendiente de aprobación en el Senado—unos 550 mil millones de dólares en inversiones e incentivos fiscales a lo largo de 10 años— ayudará al país a romper su dependencia de los combustibles fósiles. Nos ayudará a obtener más energía limpia del viento y del sol, a acelerar el cambio a los coches eléctricos, a hacer que nuestros hogares y lugares de trabajo sean más eficientes y a construir una red eléctrica moderna y fiable. Destinará beneficios específicos a las comunidades de bajos ingresos y a las regiones históricamente dependientes de la producción de combustibles fósiles. Y, junto con las normas para limpiar nuestras centrales eléctricas y vehículos, en promedio, reducirá los costos energéticos anuales en unos 500 dólares por hogar.

La Cámara de Representantes ya ha aprobado esta legislación vital. Ha llegado el momento de que el Senado y la Casa Blanca se unan para llevarla a cabo.

El liderazgo rara vez es más importante durante una crisis. La invasión rusa de Ucrania ha infligido una crisis humanitaria, una crisis de seguridad y una crisis energética al pueblo ucraniano, así como a Europa en general y a gran parte del resto del mundo.

Este es un momento de liderazgo para el Congreso y la Casa Blanca. Es hora de promulgar los incentivos críticos para las energías limpias que sabemos que pueden ayudar al país a dejar atrás los combustibles fósiles. Esa es la manera de construir una verdadera seguridad energética, fortalecer la economía y ayudar a morir de hambre a la maquinaria de guerra del Kremlin.

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