Necesitamos la EPA

Que no se nos olviden cómo eran las condiciones en EE.UU. antes de la Agencia de Protección Ambiental. Nuestros ríos se incendiaban, nuestro aire asfixiaba y apestaba.
Niños jugando afuera de una casa en Ruston, Washington, mientras un horno de fundición baña la zona con residuos de arsénico y plomo, agosto de 1972
Credit: Gene Daniels/U.S. National Archives

“Restaurar la naturaleza a su estado natural es una causa que traspasa partidos y facciones,” expresó Richard Nixon, fundador de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos, en su discurso sobre el Estado de la Unión en 1970.

Si solo así lo fuera ahora. Mientras hubo un período cuando el apoyo por los reglamentos ambientales trascendía la política, el amplio respaldo del liderazgo republicano por un antagonista de la EPA como lo es el ex fiscal general de Oklahoma Scott Pruitt para dirigir la agencia que tanto difama, nos indica que esos tiempos han pasado.

Un lapso de memoria colectiva parece haber descendido sobre los legisladores que quieren desmantelar una agencia que tanto ha mejorado la vida de los estadounidenses. Desde la fundación de la EPA en 1970, las concentraciones de las toxinas comunes en el aire como el dióxido de azufre se han reducido por hasta un 67 por ciento. El EPA ha ayudado a reducir nuestra exposición a catástrofes como la lluvia acida, el plomo la gasolina y el DDT. La agencia valientemente clasificó el humo de segunda mano (tabaquismo pasivo) como un carcinógeno conocido en 1993, acción que dio paso al éxito en las cortes contra la industria tabaquera y a una reducción increíble en el índice de tabaquismo en EE.UU.

Tal vez la EPA ha tenido demasiado éxito para su propio bien. De la misma manera que las vacunas han proporcionado a los padres el lujo de olvidarse del sufrimiento que produce el sarampión y la tos ferina, la EPA ha casi erradicado la memoria nacional de la contaminación ambiental que soportamos en la década de 1960. Pero lo cierto es que la situación ambiental era tal, que la creación de la agencia y de nuestros estatutos más importantes recibió apoyo unánime, casi todos reconocieron la necesidad de un regulador ambiental.

“Hubieron debates sobre el mejor enfoque para abordar el problema, pero la oposición a la EPA fue mínima al principio,” recuerda A. James Barnes, quien sirvió en la agencia durante su fundación y fue subadministrador entre 1985 y 1988. “La mayoría de los legisladores se involucraron personalmente en cómo mejorar el ambiente.”

Ahora que empezamos una nueva y aterradora etapa en la EPA, bajo un presidente que la ha llamado “una vergüenza” y ha prometido abolirla, vale le pena recordar la época antes de que la Agencia de Protección Ambiental llegara a rescatarnos.

Los desastres, algo corriente

Si le preguntas a gente de cierta edad sobre los problemas ambientales de la década de 1960, muchos describirían una serie de desastres específicos: el rio Cuyahoga en llamas, el smog de la ciudad de Nueva York durante los días de acción de gracias, el derrame de petróleo en Santa Barbara. Esos incidentes eran realmente impactantes, pero no eran únicos. Simplemente eran los más sobresalientes en una serie de problemas cada vez más graves en su categoría.

La ciudad de Nueva York bajo un manto de smog en 1973
Credit: National Archives

Tomemos el smog de Nueva York como ejemplo. “El smog” abrevia el evento de contaminación de aire que asfixió la ciudad por tres días durante la vacación de acción de gracias en 1966. Ese fin de semana, la ciudad experimentó una inversión de calor – una capa estacionaria de aire caliente que impide la circulación ascendente normal del aire desde el suelo. Como resultado, la contaminación simplemente cubrió la ciudad.

Yo estudiaba leyes en Columbia Law School durante el episodio de 1966, nos cuenta David Hawkins, abogado de NRDC. “Fue espantoso, pero mientras que es el evento mejor conocido, la fuerte contaminación era parte de la vida cotidiana de esos días. Fue una de las cosas que me motivaron a obtener un empleo en NRDC poco después de graduarme.”

Como expone Hawkins, “el smog” no era nada nuevo. Trece años antes, por seis días horribles, una inversión de calor similar elevó el contenido de dióxido de azufre en el aire de Nueva York de niveles tolerables de 40 partes por mil millones a 860 partes por mil millones. (El nivel legal actual es de 75 partes por mil millones.) Durante esa época, los residentes de las ciudades aun no utilizaban el término smog para describir las cortinas de aire contaminado que principiaba a descender sobre ellos. Muchos periódicos se referían al desastre como el “smaze” que cada día recortaba la vida de unas 25 a 30 personas. Sin embargo otros eventos de días seguidos con smog cubrió a Gotham en 1963.

Nueva York estaba lejos de ser el único. La contaminación del aire pesaba sobre muchas de las principales ciudades de Estados Unidos y en otras no tan grandes también. En Donora, Pensilvania, una ciudad de molinos en un estado donde manda el acero, 20 personas fallecieron durante un evento de extrema alta contaminación en 1948, el peor en la historia del país. Hoy en día, la ciudad cuenta con un museo de smog como recordatorio de la tragedia que eventualmente facilitó la Ley de Aire Limpio.

El río Cuyahoga en llamas, 1952
Credit: The Cleveland Press Collection

De igual manera, el incendio del río Cuyahoga típicamente se refiere como un incidente que sucedió en Cleveland el 22 de junio de 1969, cuando chispas de un tren encendieron los desechos empapados de aceite que flotaban sobre la superficie del rio. Las llamas alcanzaban los cinco pisos de altura mientras el rio estuvo en llamas durante unos 30 minutos.

Mientras que fue, sin lugar a duda, un incidente terrible, el rio Cuyahoga se había incendiado una docena de veces anteriormente entre el final del siglo XIX y mediados del siglo XX. De hecho, la foto utilizada en la revista Time que capturó tanto la atención del público en 1969 fue tomada durante un incidente previo en 1952. Muchos otros ríos estadounidenses estaban contaminados lo suficiente como para arder en llamas en ese periodo.

El derrame de petróleo en Santa Barbara sigue la misma historia. El 28 de enero de 1969, una fuga costa afuera liberó miles de barriles de petróleo en el océano. Aún no sabemos justamente cuanto petróleo se derramó en el incidente infame, pero sabemos que hubieron varios derrames de tamaño similar en los años anteriores. Durante la primavera previa, un petrolero se encalló en San Juan, Puerto Rico derramando miles de barriles de crudo. El año anterior a ello, el petrolero R.C. Stoner se estancó en la isla Wake manejada por EE.UU. en el Pacífico, derramando miles de barriles de crudo y destruyendo un arrecife de coral. La lista es larga. Santa Barbara no fue una anomalía, fue un evento como los que ocurrían a menudo en un mundo con poca regulación y menos tecnología de respuesta a derrames.

Un tema bipartidista e internacional

El papel de Richard Nixon en la creación de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos es complicado. No fue su idea y hay algunos que creen que la EPA fue fundada con la esperanza que el pudiese controlar sus administradores. Pero no existe duda que el mismo Nixon, un republicano hecho y derecho, entendió la necesidad de fortalecer las regulaciones ambientales. Casi todos los republicanos de su generación coincidían. En el discurso del estado de la Unión de 1970, Nixon le llamó a la preservación ambiental una causa común para toda la gente del país. Prosiguió: Es una causa de importancia particular para los jóvenes estadounidenses, porque ellos más que nosotros son los que cosecharan las consecuencias nefastas de nuestra incapacidad de actuar sobre programas que necesitamos hoy si queremos evitar desastres más adelante. El aire limpio, el agua limpia, los espacios abiertos – stos deben ser, de nuevo, patrimonio de todos estadounidense.

Ceremonia de investidura de William Ruckelshaus como primer administrador de la EPA, 1970; de iz. a der.: Presidente Richard M. Nixon, William Ruckelshaus, Jill Ruckelshaus (esposa), Juez Principal Warren Burger

Lo que es más, Nixon entendía que apoyar el ambiente tendría costos económicos. Pero consideraba esos costos justificables, incluso obligatorios. Continuó:

Pensamos que el aire es gratis. Pero el aire limpio no es gratis, tampoco lo es el agua limpia. El precio por controlar la contaminación es alto. Los años de descuido a través del pasado incurren una deuda con la naturaleza, es hora de pagarla. El programa que propondré al Congreso será el más completo y más costoso en este plano en la historia de Estados Unidos.

El año anterior, el Secretario General de la Naciones Unidas U Thant le había dicho a la Asamblea General que el mundo tenía solo 10 años restantes para restaurar el ambiente antes de que se convirtiera en un problema irreparable e identificó a Estados Unidos como el principal contribuyente al problema.

El público, en su mayoría, estuvo de acuerdo con estos mandatos. En el primer Día de la Tierra en 1970, la ciudad de Nueva York cerró 40 cuadras de la Quinta Avenida para unas 100.000 personas que atendieron la marcha. (En total, se movilizaron unos 20 millones de estadounidenses alrededor del país.) El Congreso canceló sesiones porque los miembros sintieron la responsabilidad de unirse a sus electores y se comprometieron a limpiar el desorden creado.

Décadas de progreso

La EPA y las leyes que ha implementado lo han cambiado todo. Mientas que recorremos cuatro veces más millas que en 1970, la contaminación ya no sofoca a nuestras ciudades como lo hacía antes, gracias a la reducción del 90 por ciento de las emisiones por milla recorrida. La sangre del niño promedio en EE.UU. contiene una décima parte del plomo que la de sus abuelos. También tiene menos probabilidades de estar expuesto a químicos tóxicos como el asbesto.

La proporción de hogares estadounidenses cuyos sistemas de tratamiento de aguas residuales son estrictos se ha duplicado desde la fundación de la EPA. El reciclaje de residuos sólidos se ha quintuplicado. Más de 18 millones de acres de suelo contaminado con materiales tóxicos se han limpiado. La tasa de perdida de humedales se ha reducido por un 96 por ciento.

Nostalgia es un instinto peligroso. Es fácil recordar momentos históricos, pero los problemas del día a día tienden a desvanecer. Los Estados Unidos de la década de 1960, los años antes que se fundara la EPA, era un lugar sucio, oscuro y peligroso. La EPA nos rescató. Devolvámosle el favor.


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