
El Día de la Tierra celebra sus 46 años este 2016. Desde su inicio en 1970, el Día de la Tierra ha sido una celebración llena de luz en medio de la oscura realidad de las amenazas pronosticadas. Mientras que este 22 de abril aun pauta una reflexión sobria de los muchos desafíos por delante, también debemos reconocer el progreso histórico que hemos logrado en nuestro compromiso mundial con nuestro medio ambiente y con el planeta.
Este año hemos sufrido una serie de golpes ambientales que hacen hincapié sobre la magnitud de los desafíos que enfrentamos. Por ejemplo, en Flint, Michigan, el mundo presenció la realidad de la injusticia ambiental: las caras de los niños que inocentemente bebieron agua que los políticos sabían contenía niveles peligrosos de plomo causándoles daños a la salud y dificultades de aprendizaje que sufren y vivirán por años. Existen aún decenas de comunidades alrededor de los Estados Unidos expuestas al plomo y otras toxinas en el agua potable debido a industrias que la contaminan, aprovechándose de la situación socioeconómica y la falta de poder político de algunos individuos.
Otro desastre ambiental de alto perfil, en Porter Ranch, Los Ángeles, demuestra la intersección entre las cuestiones ambientales y la justicia. En octubre de 2015, la instalación del almacenamiento de gas natural Aliso Canyon comenzó a emitir gas metano al aire hasta alcanzar más de 100.000 toneladas métricas de gases de invernadero en la atmósfera. Los residentes de los barrios alrededor de esta zona privilegiada comenzaron a sufrir ataques de asma, dolores de cabeza y hemorragias nasales. En pocas semanas fueron evacuados a hoteles y alojamientos provisionales. En contraste está la respuesta de oficiales gubernamentales a la lentitud de la respuesta cuando los residentes de Boyle Heights, el sur de Los Angeles y Wilmington, enfrentaban contaminación en sus barrios debido a plantas industriales en la vecindad.
Este mes pasado, se desarrolló otra crisis ambiental, que me afectó cercanamente. A doce cuadras de la casa de mis padres en Miami, se descubrió que la planta nuclear Turkey Point tiene fugas de tritio, un isótopo radiactivo, que está contaminando la bahía de Biscayne. Se ha determinado que este hermoso cuerpo de agua, ubicado cerca del centro de Miami, contiene trazadores radioactivos por encima de 125 veces sobre lo normal. La fuga en el sistema de canales puede volverlo inhospitable para la vida silvestre de la zona y posiblemente perjudicar la salud humana. Las organizaciones Tropical Audubon Society y el Southern Alliance for Clean Energy van a demandar a Florida Power & Light, compañía que supuestamente sabía de la fuga desde hace seis años.
Lo que tienen en común estas tragedias es la falta de responsabilidad por parte de las compañías y los gobiernos para asegurar el bienestar de todos los ciudadanos, incluyendo las comunidades más vulnerables. La importancia de la protección gubernamental de nuestros recursos crecerá exponencialmente a medida que las temperaturas se vuelvan más extremas, acelerando los desastres naturales y multiplicando los impactos de nuestra exposición a los tóxicos. Ahora mismo, 26 estados han demandado al gobierno para prevenir que se adopte el Plan de Energía Limpia el cual está diseñado para combatir el cambio climático fijando límites a la contaminación de carbono.
A pesar de la gravedad de estos problemas este Día de la Tierra tenemos razón para celebrar. Este 22 de abril los líderes mundiales se reunirán en la sede de la ONU en la ciudad de Nueva York para firmar el acuerdo de París, el primer acuerdo que obliga a todos los países del mundo a fijar límites a la contaminación de carbono que causa el cambio climático. Tras años debatiendo detalles, 195 líderes mundiales diseñaron una herramienta por la cual, en conjunto, tomaremos responsabilidad y acción para combatir el cambio climático. El resultado será la transformación de los mercados con innovación baja en carbono, mayor colaboración, capacitación, desarrollo urbano y mejoras en la salud que aumentarán nuestra calidad de vida.
El crecimiento conlleva retos y esfuerzos. Paradójicamente, creo que este desarrollo puede darnos más libertad; sabemos lo que tenemos que hacer para frenar el cambio climático y sanar nuestro medio ambiente. Tomar acciones decisivas nos encamina hacia la oportunidad. Es hora de intensificar nuestros esfuerzos con responsabilidad y con el fin de proteger a futuras generaciones.