Nuestro sistema alimentario: adicto a los medicamentos

Escrito por Laurie David

La próxima vez que te sientes enfermo, tal vez debes pensarlo dos veces antes de buscar información del médico. Mejor mira hacia tu plato.

Escondido dentro de tu hamburguesa o jamón puede estar algo que no querías ni esperabas en el menú: las súper bacterias resistentes a los antibióticos. En vez de protegerte de las enfermedades infecciosas, puede que los antibióticos te estén enfermando.

Recientemente, la Administración de Drogas y Alimentos de EE. UU. (FDA por sus siglas en inglés) confirmó que el 80 por ciento de todos los antibióticos usados en EE. UU. van hacia los la industria ganadera. Esto es una locura. Los científicos temen que el uso excesivo de antibióticos ya está poniendo en riesgo a nuestros hijos, ancianos y familiares.

Cuando se usan los antibióticos (los cuales se usan desde 1940) estos matan todas las bacterias problemáticas, excepto las que por casualidad, tienen una mutación favorable. Estas sobrevivientes se multiplican y producen un ejército de bacterias resistentes a los medicamentos. La evolución en su máxima expresión.

Entonces, ¿cuál es el problema? Cuanto más se utilizan los antibióticos, más se desarrollan variedades de bacteria que son resistentes. En muchos casos, estas pueden infectar  a los seres humanos, causando enfermedades prolongadas o hasta la muerte porque el tratamiento tradicional ya no resulta. Las personas se mantienen enfermas por más tiempo, propagan las bacterias resistentes a otras personas, e imponen costos enormes en el sistema médico.

Es de sentido común: utilizar los antibióticos, sólo cuando es necesario y en la manera más efectiva que se especifica por los médicos.

Pero hoy en día esto no es lo que ocurre. Según el Consejo para la Defensa de los Recursos Naturales (NRDC en inglés), la inmensa mayoría de los antibióticos en EE. UU., se utilizan en los animales que comemos, muchos de los cuales no están enfermos. Las corporaciones grandes que controlan la mayoría de nuestro sistema alimentario insisten en darles antibióticos a todo tipo de ganado como: el vacuno, el avícola, el de cerdos y otros. Algunas veces, intentan curar  las enfermedades, pero los antibióticos se usan demasiado frecuente para estimular el crecimiento de los animales para servir el creciente apetito estadounidense.

Cuando los antibióticos se necesitan para curar a las infecciones en los animales, estas enfermedades no son naturales, pues son causadas por las condiciones horribles, en que los animales se hacinan en espacios cerrados y roñosos, donde propagan las enfermedades a una tasa alarmante.

Como se informa, cada año más de 90 mil personas en EE. UU., mueren de infecciones bacterianas que tienen una resistencia a los antibióticos. Este número supera la tasa de mortalidad debida al SIDA, los accidentes de automóviles y el cáncer de próstata combinados. En muchos casos, es posible que se pudiera prevenir la muerte si todavía fuera efectivo el antibiótico tradicional.

Es vergonzoso que una gran mayoría de este genio científico se malgasta en la producción de drogas para nuestra comida, al permitir que las granjas industriales mantengan a los animales en condiciones viles, obligados a ganar peso a una tasa poco normal y excesiva.

El uso imprudente de los antibióticos pone las vidas de nuestros hijos en peligro. Al correr al hospital, los pacientes deben tener acceso a las medicinas más efectivas, y no ser informado de que los mejores medicamentos se agotaron ya en los animales de ganado maltratados. Si la FDA no actúa rápidamente para asegurar que los antibióticos no se utilicen en los animales sanos, el Congreso debe avanzar con una legislación que lo prohíba (como está intentando hacer la representante Louise Slaughter de Nueva York).

Hay algo profundamente mal con un sistema alimentario que requiere un 80 por ciento de los antibióticos del país solo para mantenerse. Esta comida no es saludable, está haciéndonos y manteniéndonos enfermos.


Biografía:

Laurie David es una activista ambiental y escritora. En 2006, produjo el aclamado documental y ganador de un Oscar Una verdad incómoda, el cual se basa en el trabajo extenso del ex vicepresidente Al Gore sobre los efectos del calentamiento global generado por la actividad humana en el planeta Tierra. Este documental ha ayudado a dar forma al discurso público sobre el cambio climático en años recientes. Su libro más reciente, La cena familiar, intenta ayudar a las familias estadounidenses a sentarse juntos para la cena y encontrar de nuevo los beneficios de comer y pasar tiempo juntos. Durante la última década, Laurie produjo varias obras para llevar el problema del calentamiento global hacia la cultura popular.