Un año después del huracán María: una retrospectiva
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Las Carolinas fueron empapadas de lluvia y azotadas por fuertes vientos esta semana, mientras Florence arrasaba sobre la tierra firme. La respuesta federal a Florence ha atraído escrutinio a medida que se recuerdan los pasos en falso del huracán María, un año después de que la tormenta tocara tierra. El primer aniversario del huracán María pone en primer plano la frágil recuperación de Puerto Rico ante las tormentas mortales del verano pasado.
Puerto Rico está mal preparado para otro huracán. Como escribí en The New York Times en febrero, la ayuda del Congreso a Puerto Rico, aunque indispensable, fue insuficiente para proporcionar soluciones a largo plazo a la isla. Puerto Rico necesita sistemas de agua y energía resilientes. Se necesitan más fondos federales para garantizar que la infraestructura de la isla se pueda reconstruir con fuerza y sostenibilidad para resistir futuras temporadas de huracanes. De lo contrario, veremos que el arduo progreso de Puerto Rico se evapora con los vientos castigadores de las nuevas tormentas.
En marzo, viajé a Puerto Rico para hablar con los proveedores de atención médica sobre el impacto de María en la salud seis meses después de la tormenta; en una historia para el Washington Post, documenté cómo los médicos veían aumentos en condiciones crónicas como paro cardíaco y hemorragias intracraneales, y más enfermedades bacterianas y transmitidas por el agua. Un año después de María, los médicos dicen que el aumento en las condiciones de salud graves se ha aliviado, pero persisten los problemas de salud mental y acceso a la atención. El posible colapso de la infraestructura de salud de Puerto Rico—particularmente los servicios privados de atención primaria- exige atención urgente.
La falla histórica de la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés) para abordar el incumplimiento casi total de Puerto Rico con la Ley de Agua Potable Segura ha aumentado la vulnerabilidad de los sistemas de agua de la isla a condiciones climáticas extremas. Incluso antes de María, el 99.5 por ciento de los puertorriqueños fueron atendidos por sistemas de agua en violación de la Ley de Agua Potable Segura; el 70 por ciento fueron atendidos por sistemas de agua que tenían altos niveles ilegales de bacterias coliformes, ciertos tipos de químicos causantes de cáncer y otras sustancias reguladas. (Lea el informe del NRDC para obtener más información al respecto.) Con la mayor parte de la infraestructura de agua de la isla dañada por María, y una preocupante falta de información sobre la calidad del agua en la isla actualmente, nuevas tormentas serían inoportunas. Un apagón sostenido que cierre los sistemas de agua, simplemente sería devastador.
El estado degradado de la infraestructura de agua y energía de Puerto Rico previo al huracán probablemente contribuyó al estimado número de muertos de María, ahora fijado en 2.975 por el gobierno local. De aquí en adelante, la asignación de fondos federales existentes a proyectos estratégicos y sostenibles será clave para desarrollar la resiliencia y preservar vidas.
Si Puerto Rico es nuevamente azotado por un huracán esta temporada, es crítico que el gobierno federal evite los traspiés que persistieron en su respuesta a los huracanes María e Irma. Una respuesta que dejo mucho por desear del Congreso, la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA, por sus siglas en inglés) y la EPA ha dejado a la isla con mayores ganancias por obtener que las necesarias. Asimismo, una falta de liderazgo por parte de la Casa Blanca del presidente Donald Trump, que convierte a la administración en un barco sin timón, ha empeorado las cosas para los sufridos residentes de la isla.
FEMA ha sido duramente criticada por su respuesta lenta ante la crisis emergente en Puerto Rico después de María; la agencia también sufrió de un liderazgo deficiente de la Casa Blanca y una crisis que agobió su mandato. (La publicación del blog de mi colega Rob Moore explica lo que FEMA puede hacer de manera diferente la próxima vez). Los bajos niveles de inversión en la infraestructura de Puerto Rico hacen que la isla sea excepcionalmente indefensa frente a grandes tormentas. El resultado: una respuesta fuerte y rápida de la Casa Blanca y el Congreso, y una coordinación robusta entre las agencias es vital.
Puerto Rico tiene comunidades fuertes; la isla simplemente necesita una asignación justa de recursos para reconstruir y mitigar los efectos de tormentas poderosas. Mientras tanto, los tiernos brotes de progreso ya están asomándose a través de la capa superior del suelo.