Las mujeres también cuentan

Para mí fue un honor participar en la Marcha de las Mujeres del 21 de enero de 2017 y alzar la voz en nombre de la acción climática y en nombre de nuestro derecho a tener aire limpio, agua potable y comunidades saludables.
Rhea Suh stands at a lectern speaking to a large crowd at the Women's March
Rhea Suh se dirige a la muchedumbre en la Marcha de las Mujeres en Washington, D.C.
Credit:

Chris Tackett/NRDC

Para mí fue un honor participar en la Marcha de las Mujeres del 21 de enero de 2017 y alzar la voz en nombre de la acción climática y en nombre de nuestro derecho a tener aire limpio, agua potable y comunidades saludables. A continuación, el discurso que escribí para la manifestación. Las mujeres no solo somos las que vamos a la vanguardia de la lucha ambiental y la crisis de salud: las mujeres somos la clave de la solución.  

***

¡Un saludo a mis hermanas y amigos!

Ver a este mar de gente manifestándose de manera solidaria es muy alentador.

Cada uno de ustedes tomó una decisión individual pero poderosamente influyente: decidieron estar hoy aquí. Decidieron sacar tiempo de sus vidas cotidianas, amontonarse en autobuses y trenes, dormir en el suelo, pagar viaje y alojamiento, y salir a la calle a manifestar junto con miles y miles de desconocidos en esta mañana de enero, impulsados por la convicción fundamental de que nuestro parecer sí importa. 

Que las mujeres cuentan.

Y NO nos vamos a esconder cuando lo que nos importa a nosotras está en juego.

Y para mí, lo que importa es lo siguiente: que mi hija herede un mundo más justo y sostenible que el que yo heredé de mis padres.

Un mundo en el cual un medio ambiente saludable sea derecho de todos—independientemente de nuestro lugar de residencia, nuestro uso del voto o nuestra apariencia física.

Un mundo donde el derecho de las comunidades y las naciones soberanas sea primordial y los intereses contaminantes vayan luego.

Un mundo donde no haya tanta preocupación por los mosquitos y las mujeres encinta, ni por la posibilidad de que un niño desarrolle asma a causa del aire que le toca respirar.

Un mundo donde la juventud se levanta y afronta la mayor amenaza de su generación: el cambio climático.

Ése es el mundo por el cual marchamos todos hoy.

Porque nos encontramos en estos momentos bajo un gobierno que les da prioridad a quienes contaminan mientras nos pone a todos en riesgo.

Rhea Suh speaks at a lectern
Rhea Suh, presidenta del NRDC, durante su discurso en la Marcha de las Mujeres, Washington, D.C.
Credit:

Chris Tackett/NRDC

No hay que mirar más allá de Flint: un pueblo entero envenenado por un gobernador con el mismo tipo de maniobras que Trump. Un pueblo envenenado por un gobierno queriendo hacer recortes presupuestarios a rajatabla. Envenenado por líderes que le dieron prioridad al lucro a cuestas de la salud de su gente. Envenenado por funcionarios que al día de hoy todavía rehúyen el daño que causaron.

Imagínense cómo se debe haber sentido la madre que tuvo que bañar a sus hijos con agua marrón. Cómo se habrán sentido los padres que supieron que el vaso de agua que le sirvieron a la niña fue lo que la enfermó.

Lo que todavía está ocurriendo en Flint es una auténtica tragedia. Y no se equivoquen: si la actual administración y Congreso se salen con la suya, serían miles y miles de pueblos los que podrían correr la misma suerte.

Porque a eso es a lo que conduce la retórica antigubernamental, anticiencias, antinormas, procontaminadores: al sufrimiento real de familias reales, de carne y hueso.

Es verdad que a veces parece ser que no haya mucho que uno pueda hacer al respecto, como individuo, para enfrentar la amenaza colectiva a nuestra salud, nuestra nación y nuestro planeta.

Pero no permanezcamos de manos atadas.

Aquí todavía existe una democracia. No se nos olvide nunca que este país fue creado por individuos comunes y corrientes que se levantaron para defender sus convicciones. Y nuestro progreso siempre se ha valido de ciudadanos como todos nosotros, que nos empeñamos en crear el futuro que queremos.

Eso fue lo que sucedió hace 50 años. En vista de que nuestros ríos se prendían en fuego y nuestras ciudades estaban sumidas en esmog, los estadounidenses se tiraron a las calles a protestar. Exigimos que nuestro gobierno nos garantizara aire limpio, agua limpia y comunidades saludables. Y dichas marchas del Día de la Tierra impulsaron la implementación de leyes ambientales que mejoraron y salvaron las vidas de millones de personas en una sola generación.

Ésa es la prueba tangible del poder que tiene un pueblo involucrado en el proceso democrático para efectuar cambio real.

No hay más que mirar a su alrededor. La idea de marchar en Washington durante la toma de posesión la tuvo una mujer en Hawái. Y henos aquí—¡¡Quinientas mil voces incansables!!

De una sola mujer surge una marcha, y de una marcha surge un movimiento.

Eso es tener fuerza. E implica que independientemente del poder y la fuerza que esta administración crea tener, el pueblo siempre será más fuerte todavía. Y aunque no siempre lo parezca, es el presidente el que trabaja para el pueblo.

Así que sigamos adelante y recalquemos una vez más que la naturaleza no es de nadie, sino de todos.

Que el agua limpia no es partidaria ni partidista.

Que el aire limpio no es propiedad de corporación alguna.

Y no olvidemos nunca que una persona, un evento, una manifestación y un movimiento pueden cambiar el mundo entero.

¡Gracias a todos!

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