De este modo lucharemos

The Peoples Climate Movement showed that we will not accept Trump’s attacks on our environment, our health, and our future.
Credit: Bobby Bruderle

El movimiento del Pueblo para el Clima (People’s Climate Movement) demostró que no aceptaremos los ataques de Trump contra el ambiente, nuestra salud y nuestro futuro.

El sábado marqué el centésimo día de la presidencia de Trump marchando en contra del ataque imprudente y radical que ha lanzado contra el medioambiente, nuestra salud y el futuro de nuestros niños.

Me uní a estudiantes y ancianos, madres y padres, comunidades indígenas, personas de color, científicos, artistas—ciudadanos de conciencia, convicción y sentido común, marchando como parte del movimiento internacional del Pueblo para el Clima.

Alcanzamos los cientos de miles, marchando en Washington, Pittsburgh y Detroit, en Akron y Miami, en Chicago, Houston y Tulsa y en cientos de ciudades y pueblos a través de este país y alrededor del mundo.

La marcha del sábado se trataba de más que un mero número. Se trataba de ímpetu, la fuerza surgente de la oposición ante la agenda extremista de Trump de anteponer las ganancias contaminantes y poner al resto del pueblo en riesgo.

Luchar es vital. Trump está contando con que nos cansemos, perdamos impulso y paremos de llevar la cuenta de todo lo que hace para poner nuestro futuro en mayor riesgo. Quiere que estemos distraídos. Quiere que miremos a un lado mientras trata de retrasar décadas de progreso ambiental bipartidista.

Justo el día antes de la marcha, Trump lanzó una orden ejecutiva con el propósito de exponer aguas preciadas del Ártico y el Atlántico al riesgo de que ocurran circunstancias al estilo de los escapes de BP en el mar.  Hizo un llamado a que se debiliten las medidas que ayudan a proteger a ballenas, delfines, tortugas y otros animales acuáticos del daño letal de las ondas sónicas utilizadas para apoyar las extracciones de petróleo y gas. Señaló como próximo blanco monumentos nacionales y santuarios marinos que protegen hábitats críticos en el océano. Y ordenó una revisión de las reglas de seguridad efectuadas luego de las explosiones de BP que causaron la muerte de once empleados y arrojaron millones de barriles de petróleo crudo tóxico al Golfo de México hace siete años.

Independientemente de cómo hayamos votado en noviembre, nadie votó por ignorar las lecciones aprendidas del peor desastre marítimo en la historia de nuestra nación y deshonrar el recuerdo de las vidas que se perdieron. No votamos, como nación, por exponer aguas árticas a catástrofes ambientales en las manos de una industria voraz que ha comprobado que no puede contra tal ambiente—tan duro como tan frágil. Y ciertamente no votamos por exponer la Costa del Este al tipo de devastación que trajo el caso de BP a los humedales costeros y las costas que se expanden a lo largo de más de mil millas—la distancia desde Savannah hasta Boston.

De hecho, nadie tiene luz verde para continuar destruyendo el Golfo de México. Ninguna población ha pagado mayor precio por nuestra adicción nacional al petróleo y el gas que los residentes de la Costa del Golfo, donde miles les deben su supervivencia a las aguas del Golfo y todo lo que sustentan.

La industria del petróleo arrienda suficientes lechos marinos en aguas de los Estados Unidos para cubrir el estado de West Virgina. Trump quiere que la industria se expanda aún más. Esa es la dirección incorrecta. Necesitamos trazar un límite con los arrendamientos nuevos en el Golfo y comenzar una transición justa fuera de los combustibles fósiles en esas aguas fértiles.  

El ataque de Trump a nuestros océanos y la vida marina que sustentan fue un triste toque final a cien días de amenaza. Ha desaprovechado tiempo valioso intentando reversar las ganancias vitales que hemos logrado protegiendo los humedales y arroyos que alimentan nuestras fuentes de agua potable, protegiendo comunidades del carbón de los estragos de la destrucción de zonas montañosas, creando millones de empleos de energía limpia y defendiendo generaciones futuras de los peligros del cambio climático limpiando nuestros autos y nuestras plantas de energía sucia

El sábado demostramos, en cantidades demasiado sustanciales para ignorar, que nos levantaremos juntos para resistir estos ataques—en las calles, en las salas de poder y en nuestros tribunales.

Credit: Bobby Bruderle

Todos podemos ayudar ahora mismo firmando esta petición haciéndole saber a Trump directamente que apoyamos el Plan de Energía Limpia, que reducirá contaminación de carbono de nuestras plantas enérgicas por una tercera parte para el año 2030. En los Estados Unidos las plantas de energía emiten cuarenta por ciento de la contaminación de carbono que está impulsando el cambio climático a nivel global.

Le podemos hacer entender a Trump también que nos levantaremos para proteger nuestros océanos de riesgos innecesarios del petróleo y el gas. Y le podemos hacer entender que es hora de parar la venta de tierras y aguas federales a la industria de combustibles fósiles y de invertir a su vez en energía limpia y renovable proveniente del aire y el sol.

La ciencia es clara: para evitar los peores impactos, o sea, los aumentos en el nivel del mar, desiertos crecientes, el calor ardiente, el agostamiento de la sequía y otros tipos de disrupciones climáticas, tenemos que reducir nuestra huella de carbono en este país y alrededor del mundo.

Es por esto que el acuerdo del 2015 que los Estados Unidos ayudó a forjar en París es tan importante. Agrupa a los Estados Unidos, China, India, Alemania y más de 190 otros países en un acuerdo que aclama un cambio justo y ordenado, alejándonos de los combustibles que están impulsando el cambio climático y dirigiéndonos hacia maneras más limpias, más inteligentes de energizar nuestro futuro sin poner en peligro el planeta.

Esta semana, Trump y sus asesores principales debatirán el tema de descartar el Acuerdo de París y darle la espalda al liderazgo que ha asumido Estados Unidos en cuanto al clima y la energía limpia a nivel internacional.

Eso no es poner a América primero. Es poner los intereses de los combustibles fósiles en el asiento del conductor y dejar el resto del país atrás.

No lo permitiremos. No mientras estemos de guardia.

Marcharemos nuevamente por la justicia. Marcharemos nuevamente por los empleos. Marcharemos nuevamente para luchar contra el uso de combustibles fósiles que ponen nuestro futuro en riesgo. Hasta entonces, nos levantaremos y alzaremos nuestras voces unidos. Y juntos revertiremos el ataque negligente de Trump contra nuestro medioambiente, nuestra salud y el futuro de nuestros niños. 

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